La verdad es que no comparto la actitud negativa y acomplejada de muchos (o algunos) consumidores de cine que reniegan del cine español afirmando que aquí no se hacen buenas películas. En mi humilde y humana opinión se producen y ruedan en este país títulos francamente interesantes, lo que tiene mucho mérito teniendo en cuenta como está el panorama de subvenciones y la fría acogida del público por los títulos patrios. En todo caso, no, este post no pretende hablar del buen cine español, eso sería impensable en este blog. No amiguitos, este post es para hablar de La Máquina de Bailar.
Fiebre del viernes a media tarde
La historia viene a ser la que sigue: Un guardia de seguridad bastante zumbado deja al cuidado de Dani, un joven dependiente de supermercado, a su boa albina (lo típico). Naturalmente, el bicho acaba difunto y reemplazarlo se convierte en una prioridad para Dani y sus colegotes. Por desgracia, las boas albinas no se encuentran a precios razonables en las tiendas de animales (desde la entrada del euro, me imagino) y el pastizal que es necesario para comprar un bicho de reemplazo antes de que el segurata regrese de sus vacaciones o sus colegas hiperviolentos sospechen que la serpiente ha estirado al pata (bueno, la pata no) tampoco crece en los árboles. Por suerte (no para los atónitos espectadores), una solución se perfila en el horizonte, ya que Dani es un virtuoso de la máquina de bailar y si consigue reunir un equipo de aguerridos bailarines podrá participar en un concurso cuya cuantía, eurillo arriba o abajo, equivale por una de esas casualidades de la vida al precio del reptil de reemplazo.
Con esta premisa se nos presenta una fusión (no por manida menos repetida) entre la historia del equipo de perdedores que va compitiendo y compitiendo hasta desafiar a los más grandes y la del joven que, guíado por su maestro se enfrenta al duro y terrible campeón enemigo final de pantalla. Pero claro, esto no es el Castañazo ni La Sangre de los Héroes, ni Karate Kid ni, mucho menos, Rocky. Ni tan siquiera es Cuestión de pelotas (la de Vince Vaughn y Ben Stiller, tronchante por otra parte) por lo que la fórmula tradicional desluce bastante. Vamos, que partiendo de la nada alcanzan las más altas cotas de miseria, que diría Groucho.
Quizás el "gran" mérito (guiño guiño) de esta película sea demostrar que en España también podemos hacer cintas sobre competiciones absurdas que nada tienen que envidiar a las de los yanquis, como los pulsos de Yo, el halcón, todo un subgénero en el que cualquier día te puedes encontrar con la sorpresa de que la petanca mueve masas enfebrecidas deseando ver a los yayos compitiendo a muerte, y si no tiempo al tiempo. Aunque claro, viendo la realidad con sus torneos mundiales del juego de cartitas Magic, sus competeciones de lanzamiento de enanos y otras lindezas, la suspensión de la incredulidad esta casi garantizada.
Pero a lo que vamos, la peli tiene todas las convenciones del género: una terrible adversidad por la que los protagonistas necesitan ganar el concurso, un héroe que no cree en sí mismo, la chica que todo el mundo quiere pencarse, el mejor amigo del héroe con traición y rendención incluida, el maestro retirado tullido, Josemi de Aquí no hay quien viva y un homosexual pedófilo. Vale, no todas son convenciones del género.
En todo caso, La Máquina de Bailar es un desfile inagotable de chistes malos e interpretaciones pésimas, especialmente las de los odiosos chicos protagonistas. Sin llegar al mal gusto de otras producciones con las que se la podría comparar (como la delirante El Asombroso Mundo de Borjamari y Pocholo, que alcanza sin embargo un nivel de humor cafre casi digno de elogio) y sin incitar tampoco al absoluto e irremediable sopor, sus 109 minutos de duración resultarán mucho mejor aprovechados, por ejemplo, depilándonos los párpados (pestaña a pestaña, claro, que sí no va a sobrar taco de tiempo).
Ni tan siquiera Santiago Segura pone a flote la peli con su papel de maestro Miyagi travoltizado. Aunque bien mirado, ¿por qué iba a hacerlo? No es que Segura sea una garantía "segura" (tiruriru) de nada. Ha llovido ya bastante (calientamiento global aparte) desde que nos partimos el pecho y nos cagamos de miedo de forma simultanea y alternativa con esa obra maestra que es El día de la Bestia o desde esa inclasificable sorpresa que fue Torrente (sin contar las secuelas que dejan sus secuelas). Desde entonces Segura solo le parece gracioso a este humilde servidor cuando le entrevistan en la tele y en algún momento inspirado (esto es polémico, lo confieso) como en el Asombroso Mundo de Borjamari y Pocholo. Pero es que con los pijos me descojono.
Algo más acertado encuentro a Corbacho (aunque hubiera acertado más no haciendo la película), repugnante archivillano representante de la corrupción, el dinero, el poder y todas las cosas malas de la vida (que son las mejores). No os procupéis niños, se lleva un expeditivo escarmiento y al final triunfa el bien: el héroe gana y se lleva a la chica, los amigos se reconcilian, las historias del maestro resultan ciertas, el pedófilo conquista al niño, el agua es azul y el cielo moja (mierda, así no era).
En fin, que si una pinícula sobre una competición en la máquina de bailar ya os parecía una gilipollez considerable que solo podría interesar a otakus muy flipados de toda la parafernalia japo y demás, pues añadidle que esté hecha sin gracia alguna y ya tenéis vosotros mismos el veridicto.
Este, por fortuna, no sale en la película. Bailarrrrrr
La innecesaria pero imprescindible fichita:
Año de perpetración: 2006
Dirige: Óscar Aibar (Platillos volantes, ni puta idea, lo confieso).
Protagonizan: Jordi Vilches (El robo más grande jamás contado, que tiene su gracejo, Guerreros), Santiago Segura (ya le conocemos todos), Bárbara Muñoz (Besos de gato, miau miau).
Lo mejor: algunos chistes zafios bastante potables, vista en relajada compañía y sin pretensiones puede tener momentos esporádicos tronchantes. No provoca cáncer, que se sepa y no sale King África.
Lo puto peor: los niños bailando y la "trepidante" competición. Ver todos los tópicos de las pelis de este subgénero con una gruesa capa de caspa.
Calificación: Castaña pilonga
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