Corría el año 1992. Curro y Cobi campaban a sus anchas y todos celebrábamos con alborozo el genocidio cometido 500 años antes por un genovés de dudoso pasado que da nombre a una marca de detergente (no, Ariel no, esa es la sirenita). Ese clima terrorífico repleto de monstruos mariscalescos y fantasmas de tiempos muy pasados era el idóneo (aunque a los responsables de lo que nos ocupa todo esto les pillaba tan lejos que seguramente ni se enteraron) para la aparición del que la historia acabó reivindicando como el pionero de un nuevo género de videojuegos: el survival horror. Sí, amiguitos, lo habéis adivinado (o habéis leído el título del post y os habéis ahorrado adivinar nada, claro) me estoy refiriendo a Alone in the Dark.
Que juegazo. Un pintor se suicida en su vieja y tenebrosa mansión y nosotros (encarnando a un detective privado o la sobrina del pintor este) nos adentramos en este funesto lugar para meter nuestras narizotas en el asunto y, de paso, descubrir que aquello da un miedito del cagarse. Lovecraft estaría orgulloso de los creadores de esta joya, no porque aquellos gustaran de travestirse como el escritor de Providence, sino porque el juego captura de una manera magistral (para la época sobre todo) la atmósfera de sus novelas.
A esta obra maestra, claro, le sucedió una cantidad de secuelas considerable, la mayoría bastante dignas, hasta que ya en el nuevo siglo (2001), tomando el nombre del juego y el de los personajes se hizo una historia totalmente distinta e inconexa con las demás, que es lo les mola a los diseñadores de videojuegos. En esta ocasión, un detective de lo paranormal se encargaba de combatir a unos misteriosos seres de oscuridad a los que la luz, como era de esperar, no les gustaba un pelo.
Y eso nos lleva ya, casi casi, a Uwe Boll. Este señor, director de cine y alemán de nacimiento, es famoso por dos cosas. La primera, es por sus películas, lo cuál tratándose de un director de cine tiene su lógica si lo piensas. Aunque, para ser exactos, es famoso por lo malas que son sus películas. Considerado por algunos (injustamente todo hay que decirlo) como el nuevo Ed Wood, Boll ha firmado varias adaptaciones de videojuegos al cine que no han gustado a nadie: ni a la crítica (que sorpresa), ni a los fans de los videojuegos correspondientes (otra sorpresa), ni a los que pasaban por allí, ni a los pacientes fugados de un frenopático ni a mí. Pero como digo, Boll es famoso por algo más que la dudosa calidad de sus películas, y aquí, amados lectores, es donde veréis que me la estoy jugando al escribir este post, ya que este señor se dedica a boxear con sus críticos más feroces (que acepten el reto, claro). Puede atestiguarlo Carlos Palencia, de cinecutre.com (una web a la que ya nos gustaría parecernos, ya), que se enfrentó con Boll (en un combate más bien amistoso, eso sí) en el VII Festival de Cine de Terror celebrado en Estepona en 2006. Vale, todo fue para echarse unas risas y quedó en algo gracioso y simpático. Ni puta gracia, en cambio, tuvieron los cuatro combates que Boll mantuvo con otros tantos críticos suyos en Vancouver, que recibieron unas palizas bastante curiosas, especialmente un chaval de 17 años que luchó en último lugar y se llevó la del pulpo.
Pues sí, ya estamos aquí. Preparados para hablar de Alone in the Dark, la película. Edward Carnby (Christian Slater) es un investigador de lo paranormal de esos que investigan a tiros y porrazos. De pequeño tuvo una traumática experiencia con unos seres habitantes de la oscuridad y desde entonces no ha parado de patear traseros paranormales. Por eso, cuando los bichos demoníacos procedentes de la dimensión oscura quieren jodernos la vida, el bueno de Edward se alía con su novia antropóloga y los manda a todos a tomar por saco.
Tal y como ya se intuye en el trailer este, lo que podría (¿debería?) haber sido un film de terror con atmósferas sofocantes, horrores viscosos esperando en la oscuridad (¿dónde si no?) y la locura acechando al protagonista se convierte en un festival de tiros, explosiones y pirotecnias varias que ni siquiera como espectáculo de acción convence lo más mínimo. Para colmo de males, se pasa olímpicamente de la saga original del videojuego y el argumento solo queda lejanamente emparentado con el juego más reciente, que para el caso es como si hubieran rodado lo que les saliera de los cojones y lo hubieran llamado Alone in th Dark. Bueno, de hecho eso es exactamente lo que han hecho, claro.
"Dios, que poster más molón, esta peli debe ser de mucho canguelo". Incauto...
Diálogos de mierda pobremente interpretados por actores que no podrían estar peor dirigidos (y por tanto resultan peor digeridos) un argumento confuso e inconexo con personajes planos y sin carisma y otras lindezas colocan a Alone in the Dark en la cima de lo que es una adaptación de mierda de un medio a otro y posiblemente es la peor película basado en un videojuego, mérito, por cierto, muy difícil de alcanzar (aunque bueno, con Tetris la película quizás se pueda...).
Por qué las adaptaciones de videojuegos al cine son una mierda pinchada en un palo (exceptuando, a mi parecer la dignísima Resident Evil, aunque en las secuelas la cagan tanto que al final el conjunto es bazofia pura, y la divertidísima Doom, con momentos francamente impagables) es algo que merece una pequeña reflexión, aunque no nos conduzca a ningún lado. Los videojuegos están pensados para durar horas y horas y siguen un esquema que se repite en forma de "fases" o "niveles", al final de cada cual hay un nudo argumental, un cambio de escenario o algo que justifique la división, como un malo de final de pantalla. Vale, esto es un poco simplista, pero, ¿no reside la elegancia en la simplicidad? En cambio una película es mucho más corta y tiene un esquema narrativo más redondo o, al menos, redondeado. Si lo pensáis un poco (pero solo un poco, si lo pensáis más se me ve todo el plumerazo), ocurre con los videojuegos algo parecido a lo que sucede en los cómics: se alargan considerablemente más en el tiempo y tienen un esquema compartimentado que se repite (en este caso los números de la colección, los tebeos de toda la vida, oiga). Y sus adaptaciones al cine son, casi siempre, puta mierda. Aquí hay también honrosas excepciones (como la genial Sin City o la delirante Mistery Men), pero se pierden, como lágrimas en la lluvia (que es como se pierde todo cuando te flipan los speechs de Roy Bates) en un mar de castañas pilongas lleno de transformers, batmans, hombres equis y otras monsergas.
Resumiendo, que no veáis Alone in the Dark a no ser que la opción sea sufrir una dolorísima tortura a manos de un sádico torturador de la CIA, e incluso así, pensadlo bien. Con todo y con eso, servidor se niega desde estas líneas a aceptar lo que muchos afirman: que Uwe Boll es el peor director vivo y uno de los peores de la historia. Y lo confieso, tengo ganas de ver Postal. Quién sabe, quizás esta nueva incursión en el mundo de las adaptaciones improbables nos reconcilie con el director-boxeador.
La fichita:
Título original: Alone in the dark.
Año de perpetración: 2005.
Dirige: Uwe Boll.
Protagonizan: Christian Slater (Entrevista con el vampiro, Amor a quemarropa y nada bueno desde entonces), Tara Reid (American Pie 2, episodios sueltos de la tronchante Scrubs).
Lo mejor: Que es de Uwe Boll y así se puede luego hablar de su leyenda negra.
Lo puto peor: Que es de Uwe Boll.
Calificación: Puta mierda Montgomery.